¿Qué puede hacer que dos personas jóvenes, de veintitantos años, sanas, enamoradas, sin estrés ni problemas de otra índole, sin patologías sexuales y con una economía que les permite vivir en un piso para ellos solos, deban recurrir a terapia de pareja porque, aunque tienen deseo, hace meses que no mantienen relaciones sexuales? ¿Qué extraña fuerza cósmica impide que gasten colchones y rompan somieres de tanto usarlos?